Introducción:
El ejemplo que os describo a continuación es un caso característico de fractura ósea resuelto mediante las técnicas de aplicación de cerclajes y de un clavo intramedular.
Toby es un perro podenco macho entero de ocho años de edad, que fue traído a la clínica minutos después de sufrir un atropello por un vehículo todoterreno. Tras estabilizar sus constantes fisiológicas (vino en shock), procedimos a valorarlo traumatológicamente.
Fractura ósea:
Cómo podéis ver en la radiografía, el húmero se ha dividido en tres fragmentos muy biselados, lo que impide un adecuado uso de la técnica de placas y tornillos.

Además si sólo hubiera usado cerclajes, al apoyar el peso en esta extremidad, los extremos tan biselados se desplazarían cabalgando unos sobre otros, dando lugar a un acortamiento del hueso ( amén de dañar los músculos y vasos sanguíneos adyacentes); y a una inestabilidad en los bordes de la fractura que impediría su correcta osificación. Es por ello que le implantamos un clavo intramedular.
Tal y cómo podéis ver en la última imagen el resultado fue el esperado y Toby se recuperó bien del accidente.

Discusión:
El húmero canino es un hueso muy robusto y difícil de partir. Normalmente se fractura en su parte más cercana al codo, la más fina.
Siempre en este tipo de fracturas valoramos el daño torácico y el daño a los nervios periféricos que recorren el húmero para inervar los músculos del brazo.
El daño torácico puede llegar a impedirnos el proceder a una anestesia general para estabilizar la fractura, con lo que este procedimiento se dejaría para más adelante cuando la anestesia sea segura.
El daño a los nervios periféricos (fijáos en el bisel de los fragmentos óseos) puede llegar a comprometer seriamente el resultado de la cirugía en cuanto a funcionalidad de la extremidad.
Por ello es muy importante valorar al paciente y a la extremidad afectada antes de proceder a la osteosíntesis.

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